El sector siderúrgico español apenas llegó a producir 626.000 toneladas lo que supone una caída de más del 52% en relación a la misma fecha del pasado año. Para poner la cifra en contexto podemos compararla con la producción habitual de los meses de julio o de diciembre, en los que la actividad se ralentiza al máximo y como consecuencia bajan las toneladas producidas al nivel de entre 900.000 y un millón. Como ejemplo de referencia, en la grave crisis financiera de 2008 el mes con menor producción bajó a 725.000 toneladas.
Todos los productos se ven afectados por la caída, únicamente se sostiene la producción de hojalata destinada a la elaboración de envases, que ha continuado en su ritmo habitual dado el mantenimiento de la actividad en la industria de la alimentación y bebidas.
Para las empresas siderúrgicas, cuyas inversiones alcanzan niveles de cientos o miles de millones de euros, trabajar a menos del la mitad de su ritmo habitual es insostenible más allá de unos pocos meses. Para la reactivación de la industria será necesario que los sectores consumidores de acero vuelvan a su actividad previa al confinamiento, lo que solo puede venir del fomento de su demanda privada, como en el caso del automóvil, o mediante la actuación pública, como en la construcción.
Deberán abordarse medidas ambiciosas de cara a los próximos años pero ahora urge llevar a cabo actuaciones rápidas. La industria siderúrgica nacional es un sector fuerte y competitivo, clave para la reactivación económica del país. La dimensión del deterioro del sector es grave y precisa un apoyo explícito con medidas para mantener su empleo —más de 60.000 empleos estables y de calidad— y un tejido industrial que es básico en determinados territorios del país.
El sector europeo espera acciones desde la Comisión Europea y una revisión de las medidas de salvaguardia. La primera propuesta de la Comisión beneficia solo a unos pocos productos y tiene pocas modificaciones para el resto. Se necesita una actuación más general y de mayor alcance, reflexionando además para el futuro puesto que estas medidas se extinguen en 2021. Nuestra industria produce bajo estándares ambientales mucho más exigentes que los de fuera de la UE y desarrolla una importante capacidad de innovación con el compromiso de neutralidad climática antes de 2050. Desde el punto de vista social y de cambio climático, es preferible conservar la producción aquí que cederla a terceros países menos respetuosos con el medio ambiente. Si lo conseguimos, la Unión Europea podrá liderar mediante el ejemplo y así impulsar los cambios necesarios también en los países más contaminantes. El acero es necesario hoy y a futuro, todas las estimaciones coinciden en que seguirá siendo fundamental durante este siglo XXI, por lo que el desplazamiento de la producción europea no supondría ninguna ventaja ambiental en el cómputo mundial de emisiones.
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